Promesa de mañana, responsabilidad de hoy.
La agresiva pandemia de COVID-19 impone un escenario novedoso y desafiante. Luego de meses de escuelas vacías, se retoma el curso anterior que, al quedar trunco, supuso el despliegue de todas las habilidades educativas familiares, para acompañar las teleclases y no dejar escapar, por los resquicios del ocio, las habilidades ya ganadas.
Basta decir «1ro. de septiembre» en Cuba para evocar comienzos. Revuelo de pañoletas, olor a libro, uniformes planchados por manos amorosas, madres y padres de ojos asombrados por lo rápido que aprenden y crecen sus ismaelillos, saber que promete, primeros pasos de asalto al futuro; todo ello y más de lo hermoso inunda siempre al noveno mes del año.
Pero hoy no habrá abrazos para las amistades que se han extrañado más que nunca, no tendrán besos apretados los buenos educadores –que por ese cariño espontáneo viven-; las sonrisas de la emoción estarán ocultas por las mascarillas multicolores, y los adultos se despedirán con cierta aprehensión. Muchos niñas y niños cubanos no podrán regresar aún a las aulas, frente al televisor de sus hogares beberán los conocimientos imprescindibles.
La agresiva pandemia de COVID-19 impone un escenario novedoso y desafiante. Luego de meses de escuelas vacías, se retoma el curso anterior que, al quedar trunco, supuso el despliegue de todas las habilidades educativas familiares, para acompañar las teleclases y no dejar escapar, por los resquicios del ocio, las habilidades ya ganadas.
No es un principio cabal entonces, sino el reinicio de lo que la enfermedad impidió. Sin embargo, habrá muchos desafíos nuevos: nunca como ahora se hablará tanto al alumnado de higiene, lavado de manos, distanciamiento; deberán caminar muy juntas la familia y la escuela para que los más pequeños entiendan el peligro e, incluso adolescentes y jóvenes, acaten las medidas que además de mantener la salud, permitirán la continuidad del curso.
De seguro, mientras vuelven a llenarse de palabras y números las pizarras, de voces y risas los espacios escolares, y de aprendizajes las mentes, andarán con pies de plomo las autoridades educativas y gubernamentales, para detectar peligros, determinar acciones, y proteger lo más preciado que tiene el país, la seguridad de sus más jóvenes hijos.
Las puertas que hoy se abrirán para inundar de esperanza las escuelas tanto tiempo silenciosas, recuerdan que la vida sigue, con más precauciones, pero igual de vital, y también bella; y ponen sobre todos los hombros la responsabilidad ineludible de frenar el rebrote, que será también darle vía libre al estudio y a sus promesas de mañana.
Tomado de: Granma.