El 16 de agosto de 1925 confluyeron varias generaciones de revolucionarios cubanos, comunistas de corazón, que anhelaban la redención de la clase obrera y el pueblo cubano. Entre ellos se encontraban los pilares fundacionales del primer Partido Comunista de Cuba.

En aquel verano del 16 de agosto de 1925, en una vieja casona del Vedado, demolida tiempo después y donde hoy se erige la sala Hubert de Blanck, confluyeron varias generaciones de revolucionarios cubanos, comunistas de corazón, que anhelaban la redención de la clase obrera y el pueblo cubano.

Entre ellos se encontraban los pilares fundacionales del primer Partido Comunista de Cuba: el veterano luchador Carlos Baliño, apodado cariñosamente “el Viejo Roble”, y Julio Antonio Mella, joven dirigente estudiantil, de profundo pensamiento político, enfático en el marxismo y el antiimperialismo.

Hoy la Historia de Cuba los evoca y el camino escogido tiene más vigencia que nunca.  

Así lo reafirma el Máster en Ciencias, Félix Álvarez Hernández, profesor de la Escuela Superior del Partido Ñico López, quien, en diálogo con PCC.CU  nos acerca al proceso de surgimiento y desarrollo de la organización y su trascendental desempeño en la lucha política de masas durante la República Neocolonial.

El primer Partido Comunista de Cuba surgió como eslabón de empalme con el ideario martiano; así lo considera el profesor Féliz Álvarez.

“Su creación fue, sin lugar a dudas, uno de los momentos más importantes en la historia política de nuestro país. Ello tiene lugar en condiciones difíciles: un país sometido a la intervención neocolonial norteamericana, bajo la presión de una ignominiosa Enmienda Platt, que justifica el derecho constitucional a la intervención por parte de Estados Unidos en Cuba.

“Durante el Congreso Nacional de Agrupaciones Comunistas, efectuado en La Habana los días 16 y 17 de agosto de 1925, se aprobaron los estatutos de la organización, eligieron el Comité Central y trazaron un programa de lucha cuyas reivindicaciones lo definen con una clara concepción marxista-leninista y continuador de la lucha llevada a cabo por la independencia nacional, bajo las banderas del ideario martiano”, rememora.

Pero la mayoría de los miembros de esta organización, pertenecientes muchos al movimiento sindical, no disponían de la formación política de sus líderes más preclaros, como Mella y Baliño, reflexiona el profesor.

Por eso se crea una Comisión  para redactar el programa educacional y se encargara de las clases y conferencias a impartir, de obligatoria asistencia para los militantes. Gracias a estas lecciones y al espíritu de lucha de sus integrantes, sus miembros fueron comprendiendo lo que debe ser “un partido marxista-leninista, con una estrategia marxista-leninista, una táctica marxista-leninista y una interpretación de los problemas sociales y políticos”, apunta el catedrático.

En las actas del Congreso de Constitución de aquel Primer PCC se plasmó con total claridad los propósitos de avanzada sostenidos en su programa de lucha, en el que asumían el compromiso de trabajar arduamente en todos los sectores de la población: los trabajadores, campesinos, mujeres, los jóvenes y los intelectuales, con el fin de garantizar la más estrecha vinculación de ese partido con las masas.

“Mella, desde el primer instante, descolló como un extraordinario combatiente revolucionario. Inició en la universidad la Reforma Universitaria, vinculó los estudiantes a los obreros, organizó el Primer Congreso de Estudiantes, fundó la Universidad José Martí. A los pocos años, ya no solo era un dirigente estudiantil, sino también un dirigente de la clase obrera cubana y rápidamente alcanza la dimensión de dirigente latinoamericano”, asegura Álvarez Hernández.

Aunque la cruel represión del gobierno machadista obligó a los militantes a actuar desde la clandestinidad, esto no impidió la aplicación consecuente del ideario martiano y los principios del marxismo-leninismo que los llevó a vincularse estrechamente a las masas, convirtiéndose en un factor fundamental en la huelga general de agosto de 1933.

Es ese el partido que, cuando se desata la Guerra Civil Española, organiza el envío de casi mil combatientes cubanos para defender a la República Española, escribiendo una de las páginas más hermosas del internacionalismo proletario en la historia de nuestra patria.

“Ese partido realizó una extraordinaria labor de concientización de la clase obrera y del pueblo. Impulsa las organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y juveniles; lucha incansablemente por los derechos de los obreros y los campesinos.

La historia es testigo de los combates contra los salarios de hambre, los desalojos de campesinos, la discriminación racial, de la mujer; la lucha por modificar aquella sociedad de hambre y miseria, sometida al dominio imperialista.

“No hay ley progresista, o medida en beneficio de los trabajadores, de los campesinos o del pueblo, en los años de la seudo república, que no haya sido arrancada a fuerza de tesón y de lucha. La clase obrera vio en él a su vanguardia, su defensor más consecuente”, resaltó el académico cubano.

En su devenir, esta organización partidista fue legalizada en 1938, primero bajo el nombre de Unión Revolucionaria Comunista y a partir de 1944 con el de Partido Socialista Popular.  A lo largo de sus 36 años de lucha dejó en el camino incontables mártires y mantuvo encendido el carácter ininterrumpido de nuestro proceso emancipador.

Tras el triunfo revolucionario, volvió a protagonizar uno de los momentos más memorables de la historia y con total convicción su entonces Secretario General,  Blas Roca Calderío, puso en manos de Fidel Castro sus banderas gloriosas y sus prestigiosos cuadros, fusionándose con las otras dos organizaciones políticas que llevaron el peso de la lucha contra la tiranía batistiana (el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario), dando paso a la creación de las Organizaciones Revolucionarias Integradas. Esta última fue el antecedente para constituir el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), que a partir de 1965 adoptó el nombre de Partido Comunista de Cuba.

 “Por tradición heredada, el actual Partido Comunista de Cuba, el de Fidel, aprende constantemente de las masas, existe por las masas y para las masas, lucha por resolver sus necesidades e intereses, no es una organización que imponga por la fuerza del poder su política y orientaciones, sino que, a través de la persuasión y el convencimiento, con la razón de sus argumentos, alcanza y mantiene siempre la confianza de las masas”, reflexiona el profesor de la Escuela Superior del Partido Ñico López.

Para él, es vital que el recién concluido 8vo. Congreso convocara a los cuadros a ser emprendedores ante el necesario cambio de mentalidad, a pasar del llamado a la transformación, modernizando las formas de hacer y participar, convencidos de que la Revolución es diálogo verdadero que antepone la verdad y la ética a la indecencia y la perversidad, que no negocia su existencia, no legitima a mercenarios y actúa con seguridad y firmeza.

“Una vez más, el Partido Comunista de Cuba subraya su responsabilidad y juega su papel como lo más revolucionario dentro de la Revolución, como la fuerza que revoluciona a la Revolución. Hoy le corresponde consolidar la autoridad ganada por los méritos de la generación histórica y preservar el liderazgo y la autoridad moral de nuestra organización, contando con una militancia capaz de actuar de manera activa y proactiva en función de movilizar las energías del país hacia los objetivos del desarrollo. Solo así mantendrá su rumbo como partido de la continuidad”, concluye.